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¿Los héroes perdidos del MCU?

person Publicado por: DoctorK list En: Entradas comment Comentario: 0 favorite Clicks: 1041

Durante décadas los superhéroes del comic formaron parte de una cultura underground enfocada a unos pocos aficionados alejados de los estándares del éxito social. Desde el punto de vista artístico, BatmanSupermanHulk eran considerados como una manifestación cultural menor, infantil e incluso frívola; mientras que desde las altas torres de los entramados económicos del mainstream se les trataba como productos de mínimo valor comercial. En el siglo XX, Spiderman era para niños y para “raritos”.

Los lectores más jóvenes seguramente no tengan ni idea de lo que les estoy hablando (¡Aleluya!) y les parezca este un panorama poco más que inventado por el señor mayor que escribe. Afortunadamente, el desprecio artístico y comercial hacia el superhéroe hace tiempo que forma parte del pasado y en la actualidad Wonder Woman y Groot forman parte del imaginario colectivo, seamos o no amantes de las viñetas. Son muchísimos los factores que han influido en este cambio de percepción social (desde la renovación del héroe en los comics ochenteros de Moore, Morrison, Miller, etc.; hasta el éxito del Clark Kent de Smalville o de los X-Men de Brian Singer a inicios de los 2000; sin olvidar por supuesto el auge del coleccionismo y el merchandising) y estoy lejos de ser un especialista que conozca todos los pormenores que han generado estos procesos (pido perdón de antemano por cualquier error u omisión que estas líneas a buen seguro puedan tener) , sin embargo hay un punto que parece fuera de todo duda: la relación de amor entre los medios audiovisuales y los héroes de las viñetas ha sido un aspecto esencial en el incremento de popularidad de estos mitos contemporáneos.

Junto con los ejemplos ya mencionados, el Arrowverso televisivo, la apuesta por la creación de videojuegos Triple A (el Spiderman de Insomniac, el próximo Marvel´s Avengers de Square Enix, los Batman Arkham de Rocksteady, etc.) o la justamente mitificada trilogía cinematográfica del Caballero Oscuro de Christopher Nolan, son una muestra significativa que atestigua el idilio entre el sector audiovisual y el mundo de las viñetas. En el siglo XXI, Spiderman es para niños y “raritos”; pero también para adultos de cualquier condición social y cultural. Spiderman es para todos y para todas.

Si este artículo terminase aquí, nadie podría negarme que los títulos mencionados son parte fundamental del tándem compuesto por los superhéroes y los medios audiovisuales; pero no es menos cierto que hasta este punto no se ha tenido en cuanta la propuesta más decisiva de todas y que seguro que, tú lector, llevas pensando durante un rato: efectivamente, hablemos de Marvel y su MCU. 

Como bien es sabido, conocemos como MCU al universo cinematográfico por el que distintas propuestas audiovisuales nos ofrecen un relato cohesionado en el que los héroes de Marvel son protagonistas. Aunque el pilar fundamental de este proyecto es el cine (¡Ay Endgame…!) los videojuegos y las series televisivas forman parte del mismo y vienen a expandir esta mitología compartida. A diferencia de la compacta propuesta de las películas, las series televisivas han explorado diferentes caminos y, de hecho, en fechas cercanas recibirán una profunda reconceptualización de la mano de la nueva plataforma del ratón más famoso y rico del mundo. Pues bien, querido lector, esta larga introducción termina aquí y de entre todas estas producciones televisivas hoy quiero detenerme en el mundo perdido de los héroes de Nueva York de Netflix.

Hace algo más de un lustro, Marvel y el gigante del streaming nos ofrecían una serie de relatos televisivos centrados en unos héroes menores del panteón, cuyo nexo común era su ascendencia neoyorkina. De este proyecto nacieron las series de Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage y Iron Fist. Posteriormente, los cuatro formaron equipo en The Defenders y en la etapa final se les unió la serie de The Punisher como colofón. Cada una de las propuestas, como no podía ser de otro modo, tiene un alma propia pero todas ellas se caracterizan por la creación de relatos dirigidos a un público eminentemente adulto, con un enfoque hiperrealista, en la línea de lo que Nolan había hecho para Gotham y Bruce Wayne. Para ello se partió de una sofisticada dirección artística que brilla especialmente en la creación de espacios interiores (me vienen a la mente el lúgubre apartamento de Matt Murdock, la cochambrosa oficina/vivienda de Jessica Jones o el flamante ático de Wilson Fisk) y de la confección de una potente imagen de nueva York, a través especialmente de unos barrios (Hell´s Kitchen, Harlem…) que funcionan casi como personajes protagonistas. Además, un cuidado empleo de la gramática fílmica y una brillante elección del elenco actoral con algunas actuaciones dignas de mención (quizá a excepción del un poco apático Finn Jones en el papel de Iron Fist), acabaron de dibujar un MCU neoyorkino para TV que, en líneas generales, fue un éxito de crítica. En cuanto al interés del público, este fue en un marcado descenso desde el éxito inicial de la primera temporada de Daredevil hasta el estrepitoso golpe de la tercera entrega de las aventuras del atormentado héroe ciego. Este bajón del público sumado a la nueva política de Disney con las licencias Marvel (propiciada por la aparición de la plataforma Disney + como proyecto autónomo de streaming) llevó a la cancelación paulatina de cada una de las series. De este modo, las frías decisiones empresariales propiciaron que Nueva York perdiese a sus ciclotímicos “defensores”.

No puedo dejar de escribir estas palabras con un profundo pesar, ya que creo que se ha perdido una manera de llevar a los superhéroes a las pantallas digna de mención. Pero, ¿qué es lo que hacía tan especiales a estas series? No es sencillo responder a esta pregunta ya que son muchas horas de metraje inevitablemente desiguales, pero hay tres factores que considero especialmente sobresalientes en el conjunto total de este proyecto. En primer lugar, destaca el enfoque de los personajes femeninos; seguido del papel omnipresente de algunos de los villanos y, finalmente, me resulta fascinante el tratamiento estético de la violencia. Veamos por qué.       

Hacia 2015 el MCU se encontraba huérfano de una protagonista (después llegaría la Capitana Marvel y está a las puertas la Viuda Negra) por lo que la aparición de la serie de Jessica Jones (Krysten Ritter) supuso un soplo de aire fresco y la exploración de nuevas vías con la creación de narrativas centradas en mujeres. Además, se escogió a una de las heroínas más atípicas y contraculturales de la firma liderada por Stan Lee, caracterizada por su mal carácter, su alcoholismo y sus fracturas emocionales. Partiendo de estos mimbres se configuró un relato duro y que mira de frente a algunos de los rincones más oscuros y siniestros de la condición humana. Jessica Jones no es la clásica historia de buenos y malos, sino una mirada al desamparo, al aislamiento social, a la pérdida y -muy especialmente en su primera temporada- al drama de la violación. Por último, pero no menos importante, Jessica Jones parte de la idea de la showrunner Melissa Rosenberg y contó con diversas directoras para sus diferentes capítulos, dándose así un paso decisivo más en la presencia femenina en este medio y en este género.

La heroína de Nueva York es con justicia el gran personaje femenino de este universo expandido, pero no es el único. Uno de los grandes aciertos de este proyecto integral es el peso específico de sus personajes secundarios y, de entre ellos, algunos de los más interesantes (al menos a mi juicio) son de nuevo figuras femeninas. Jeri Hogarth (Carrie-Anne Moss), Karen Page (Deborah Ann Woll), Claire Temple (Rosario Dawson), Misty Knight (Simone Missick) o  Colleen Wing (Jessica Henwick) son, entre otras, personajes fundamentales que juegan un papel decisivo en las diferentes tramas y que, además, crean unos modelos alejados de los estereotipos tradicionales asociados a la mujer en este tipo de relatos. Como colofón, debe destacarse la aparición de personajes femeninos también en el papel de villanas. Por no alargarme demasiado, destaco solamente a Alexandra (Sigourney Weaver) y a Mariah Dillard (Alfre Woodard) siendo esta última una de las mejores actuaciones con un desgarrador trasfondo emocional con ciertas concomitancias con Jessica Jones. Son estas simplemente unas cuantas muestras de la importancia de las mujeres en estos relatos y que, a mi parecer, han dado un muy necesario aire de modernidad a la cinematografía sobre superhéroes.

Con Black Mariah abrimos la puerta -¡a patadas!- al siguiente punto, nuestros queridos villanos. Es este un aspecto indudablemente menos rompedor que el previamente citado. Los “malos” forman parte del ADN de este género y nunca está completo el héroe sin su némesis. Entonces, ¿qué hay de destacable en los villanos del MCU televisivo de Netflix? 

En este caso la respuesta es sencilla: Mariah Dillard (Alfre Woodard), Cornell "Cottonmouth" Stokes (Mahersala Ali), Kilgrave (David Tennant) y, por encima de todos, Wilson Fisk (Vincent D´Onofrio). Estos cuatro personajes están magníficamente escritos e interpretados y, de un modo u otro, las tramas principales están condicionadas por ellos y convergen en ellos. Inclusive cuando no están en plano, produciéndose el efecto “coronel Kurtz” de Apocalipsis Now: nula presencia en pantalla pero todo gira en torno a ese personaje, siendo una suerte de protagonista en ausencia. La crueldad y el desgarro de Dillard; la elegancia y el particular desarrollo narrativo de Cottonmouth; el perturbador contraste entre fragilidad y atrocidad, entre educación y barbarie de Kilgrave; bastarían para considerar al villano como uno de los grandes aciertos del universo de Netflix, pero es que, además, está -y de qué manera- Wilson Fisk. 

Me está costando escribir este texto sin el más mínimo spoiler, y resulta también muy difícil hablar de este último personaje sin hacerlos. Solo diré que él quizá sea el más grande (¡en todos los sentidos)! de todos los personajes que conforman el MCU de Netflix, ya sean villanos, héroes, o todo lo que se encuentra en el medio (Punisher…). Brutal, sensible, grotesco, intelectual, despiadado, enamorado, filántropo, asesino… todas esas cosas es Fisk y en esta maravillosa sucesión de contrarios se genera un contraste narrativo que hace que como espectadores sintamos una fascinación, casi indecente e inmoral, hacia un individuo que es divino y humano a partes iguales. Qué duda cabe que parte del éxito de Wilson Fisk  está en la buena escritura del personaje y en la confección de una trama en la que él y Daredevil son las dos caras de una misma moneda en el tablero de la delincuencia neoyorkina; pero no creo que hoy estuviese escribiendo sobre él si no fuese por la superlativa interpretación de Vincent D´Onofrio. Su imponente presencia física, cada gesto, la oscuridad de su tono de voz, incluso su portentosa calvicie, dan vida a una actuación de época que le sitúa entre los más grandes villanos de la historia del cine de superhéroes. Vincent D´Onofrio era ya Historia del Cine desde hace mucho tiempo gracias a su “recluta patoso” en la kubrickiana Chaqueta Metálica y, he de reconocer, que me sorprendió que tantos años después nos haya regalado esta joya actoral. Gracias Fisk. Gracias Vincent.   

Vamos llegando ya al final de este personal homenaje a los héroes y villanos de Nueva York, pero no quisiera terminar sin hablar de ese último punto fundamental que, a mi modo de ver, hace tan particular a este universo. La violencia forma parte de las Historia del Arte y de la narrativa desde los inicios de la cultura occidental con la Ilíada de Homero. Por motivos evidentes, las historias de malos y buenos del comic (y por lo tanto de sus diversas adaptaciones) están plagadas de golpes, peleas, muertes y de todo tipo de violencia. Podríamos dibujarlas todas ellas en los infinitos puntos existentes en el arco entre la violencia coreografiada y la violencia realista. Si el comic se inició con la primera, pienso que paulatinamente desde los años 80 se ha ido decantando hacia la segunda. Lo mismo ha sucedido con el cine, aunque bien es cierto que el MCU cinematográfico se ha quedado la mayor parte de las veces en la línea de la corrección que permita llegar a un público joven (la acción de Thanos es dura pero no resulta insoportable a la vista). Por su parte, el MCU de Netflix se posiciona en una violencia realista mucho más dura para el espectador, donde la sangre, los huesos rotos y los “golpes que duelen” aparecen por doquier. En líneas generales, se da un paso más en lo que nos ofrecía el Batman de Nolan pero sin llegar al extremo. Realidades estas más o menos ciertas, hasta que apareció The Punisher (Jon Bernthal).

Llegados a este epílogo es imposible no hacer spoiler por lo que ruego que quien no haya visto la serie deje de leer o lo haga bajo su responsabilidad. La historia de Frank Castle/The Punisher es relativamente convencional: un individuo roto en búsqueda de venganza. El personaje -ya desde los comics- se caracteriza por el uso de la violencia como instrumento para su vendetta, por lo que resulta un tanto chocante -incluso decepcionante- como en las primeras horas de su serie en solitario esta aparece con cuentagotas. Dicha ausencia se nos borra de un golpe -uno bien fuerte- de nuestras caras hacia el final de la primera temporada, en el que cristaliza parte de la venganza. La secuencia de la paliza a Billy Russo (Ben Barnes) es abrumadora, te pasa como un camión por encima. Es tal su nivel de ultraviolencia e hiperrealismo que toda la empatía sentida hacia Castle y el desprecio hacia Russo se invierte radicalmente. Con cada golpe, cada patada, cada chorro de sangre (junto con, las un tanto obvias, pero efectivas metáforas del tiovivo y el espejo) comprendemos el por qué la violencia no acababa de hacer su aparición en los capítulos anteriores: era necesaria la calma para desatar la tormenta, de un modo televisivamente solo comparable a la pérdida de la inocencia que supusieron Negan y Lucille… 

Con un espejo roto cierro estas peregrinas y desordenadas ideas con las que reivindico el legado del universo expandido del MCU y pongo una vela para que sean ciertos los rumores que hablan de su regreso. Vuelvan o no, por sus personajes femeninos, su uso de la violencia, sus villanos y por tantas otras cosas, Nueva York -y todos- siempre les estaremos en deuda.

¡Nos vemos en el Percalverso!     

          

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