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Videojuego se escribe con K de Kojima, ¿O Era de Kubrick?

person Publicado por: DoctorK list En: Entradas comment Comentario: 0 favorite Clicks: 678

Saludos desde el percalverso,

            Como bien sabréis, en fechas muy recientes los usuarios de Metacritic han elegido a The Last of Us como el mejor videojuego de la última década. Mi opinión sobre este asunto es clara (llamaré Ellie a mi primogénita) pero la noticia ha generado en el universo twittero toda una serie de encendidas y acaloradas discusiones al respecto (raro ¿verdad?). Al margen de valoraciones estrictamente personales –todas ellas respetables­– a partir de esta polémica se ha generado un interesantísimo debate paralelo acerca de la relación de los videojuegos con la narrativa y, más concretamente, con el mundo del cine (recordemos que el juego de Naughty Dog es un verdadero referente por la potencia de su relato). El nudo gordiano de la cuestión –al menos a mi entender– se encuentra en si se debe valorar el juego como un producto de entretenimiento, primándose por lo tanto la jugabilidad; o si por el contrario, la industria debe dirigirse hacia una simbiosis con el mundo cinematográfico. Planteándolo de otro modo, ¿los videojuegos son para jugar o para ser vistos?

            La discusión en redes puso una vez más sobre la palestra un conflicto inherente al sector y que cada cierto tiempo asoma a raíz de una u otra noticia. El bando “pro-jugabilidad” argumenta que de un tiempo a esta parte, el videojuego se está dejando fagocitar por el cine y que un número importante de propuestas están creando películas interactivas más que videojuegos. Por otro lado, aquellos que apuestan decididamente por las experiencias narrativas y estéticas intensas, consideran que de este modo el videojuego viene a “hacerse mayor” y comienza a ser entendido como un objeto cultural y artístico más. Simplificándolo mucho, nos encontramos ante la partida de ajedrez entre Fortnite y Death Stranding. La calidad y el éxito de ambas propuestas están fuera de toda duda, pero también es innegable que sus aspiraciones y sus puntos de partida son absolutamente diferentes.      

            Si hablamos de cine y videojuegos son muchos los puntos de vista que se pueden aportar. Algunos de ellos incluso son abordables desde ópticas de carácter sociológico, ya que el videojuego se ha mirado en el cine en su modo de relacionarse con la comunidad. Si el cine tiene el festival de Cannes, el mundo gamer marca su calendario con el E3. Si los Oscar reparten gloria entre cineastas, los GOTY encumbran a los creadores de videojuegos (Felicidades Miyazaki!!!). Y qué decir del idilio entre el Star System de Hollywood y el décimo arte (¿o era el undécimo?). Encontramos ejemplos desde Rami Malek (Until Dawn) a Kit Harington (Call of Duty. Infinite Warfare), pasando por Norman Reedus y Mads Mikkelsen (Deathstranding) o el esperadísimo Keanu Reeves (Cyberpunk 2077). Por supuesto, también podríamos hablar de las adaptaciones del cine al videojuego (y viceversa) pero como son habitualmente tan desastrosas preferimos dejarlas fuera (El juego de E.T., Van Damme y Street Fighter…). Todos estos puntos de vista conectan a los videojuegos con el cine, pero el verdadero caballo de batalla se encuentra en la asunción por parte del videojuego de un lenguaje expresivo, si no común, al menos afín al del arte cinematográfico.             

            Llegados a este punto, os ruego que me permitáis un pequeño excurso a mis propias experiencias vitales que, sin duda, ha condicionado mi opinión en este asunto. Corría el año 200X cuando cursé en la universidad una asignatura sobre los mecanismos del lenguaje cinematográfico. Debo reconocer que fueron todas unas lecciones excelentes pero me marcó especialmente la clase previa al examen, en la que de manera práctica debíamos apreciar y valorar, a partir de un único ejemplo concreto, los rudimentos de la escala de encuadre, la iluminación, la profundidad de campo, los movimientos de cámara o el montaje. La escena elegida por el profesor fue la de las máscaras venecianas de Eyes Wide Shut (Sí, esa…). Desde aquel día siempre me ha parecido que Stanley Kubrick había rodado una suerte de testamento vital cinematográfico (recuérdese que el director no llego a ver la película estrenada) con el que nos legaba su manera de entender el cine y su lenguaje. Creo que es un ejemplo perfecto de cómo el arte de la imagen en movimiento está más en cómo se cuenta que en qué se cuenta.

            Volviendo a los videojuegos y a su relación con el celuloide, parece claro que esta ha sido una realidad desde casi el principio, ¿o acaso a alguien se le escapan las evidentes referencias cinematográficas de Donkey Kong? Sin embargo, tampoco podemos olvidar que solo en los últimos años el desarrollo tecnológico ha permitido al videojuego disfrutar y emplear algunos de los mecanismos con los que el cine se comunica (no olvidemos que el videojuego y el cine son a partes iguales arte, técnica y entretenimiento). Por ello, en los orígenes las referencias al cine eran simplemente epidérmicas pero hoy en día el videojuego ha asumido parte del modo de expresión estética que tan magníficamente se ejemplifica con la mencionada secuencia de Kubrick. Sirvan como ejemplos recientes el empleo de la banda sonora de leit motiv o del flashforward en The Last of Us, la ruptura de la cuarta pared de Detroit Become Human, el plano secuencia de God of War, el papel de la imagen y la música en Death Stranding o, incluso, el valor de la interpretación actoral también en el título de Kojima. Son estas solo algunas muestras de rigurosa actualidad del paso decidido que el sector (muy especialmente Playstation) ha dado en este sentido, si bien son muchos más las maneras (importancia del guión, dirección artística, iluminación, etc.) en las que el juego está mirándose en el espejo del cine.

            Recuperando el hilo con el que iniciábamos, cabe recuperar la pregunta de si el juego debe renunciar a su faceta lúdica en favor de la artística. En este sentido me muestro categórico. Asumir que entretenimiento y arte no pueden ir de la mano es una concepción de la cultura absolutamente vetusta y errada, pero también lo es cerrarse en banda y pensar que un juego con voluntad artística es per se poco jugable y aburrido. Las visiones más elitistas de la cultura desprecian al videojuego como arte sistemáticamente, pero ¿no haremos lo mismo los jugadores si atacamos constantemente a aquellos creadores que intentan ir más allá? Pobre Kojima…

            Con ello no quiero afirmar que deba gustarnos todo y es perfectamente válido que aprecies más o menos The Last of Us o cualquier otro juego. Creo que el error radica en posicionarse en posturas extremas sin entender que entre arte y entretenimiento hay muchos matices y que, desde luego, estos no son términos antagónicos. Como consumidor de cine y de videojuegos (y de literatura, arquitectura, comic, etc.) he disfrutado inmensamente con el trascendental primer plano final de Ellie pero también con la adrenalina de matar con sigilo a un put… chasqueador. Ambas realidades están dentro del juego y pueden ser disfrutadas.          

            Con K de Kojima o de Kubrick, el juego forma parte de las manifestaciones culturales contemporáneas y como tal, busca su propio lenguaje en diálogo con otras manifestaciones artísticas (el cine lo hizo con la pintura o la literatura en sus inicios). Cerrarse en banda es hacerlo tanto al arte como al entretenimiento.

            Y en mayo The Last of Us parte II…

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